La vida es una travesía, una aventura en constante movimiento, llena de giros inesperados, desafíos que nos moldean y momentos que nos inspiran. En este viaje, la presencia de Dios se convierte en nuestro estandarte, para resguardarnos y guiarnos en cada temporada.
Piensa en Abraham, quien respondió al llamado de Dios para dejar su hogar y aventurarse hacia una tierra prometida (Génesis 12:1-9). Abraham inició un viaje de fe y obediencia que lo transformó. Así como él, cada uno de nosotros recibe un llamado único: un nuevo propósito, una misión especial o un cambio en nuestra vida.
Antes de emprender cualquier viaje, es esencial prepararse con oración y discernimiento, buscando claramente el mapa que Dios ha trazado en Su Palabra, debemos equiparnos espiritualmente, lo que significa fortalecer nuestra fe, confiar en Su provisión y avanzar sin importar las condiciones climáticas o los desafíos que se presenten en el proceso.
¿Recuerdas cuando Jesús calmó la tormenta en el lago? Marcos 4:35-41
Personalmente, he experimentado tormentas muy complicadas, alejada de mi zona de confort, luchando sin sombrilla, ni chaleco antibalas.
Pero ¡sigo viva!, y con la posibilidad de lidiar con la enseñanza de cada charco que apareció para extender mi confianza y mejorar mi fe.

He sido moldeada en mi carácter y, aunque sé que la lluvia puede regresar, esta vez la voy a aprovechar para regar mi tierra y bendecir a mi descendencia, porque esto me recordará la fidelidad de Dios en cada temporada.
Santiago 1:2-4, 6:
"Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho, porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada. Cuando se la pidan [sabiduría], asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro."
Así como Dios guio a los israelitas en el desierto con una columna de nube y de fuego (Éxodo 13:21-22), Él también nos dirigirá a nosotros de manera extraordinarias. El Espíritu Santo nos guiará a toda la verdad, porque cada etapa de nuestra travesía está marcada por un propósito.
Al final de nuestra travesía con Dios, encontraremos descanso en Su presencia y recordaremos Su fidelidad cuando fuimos obedientes a Su dirección, aun cuando caíamos. Viviremos con integridad a pesar de nuestras debilidades, siendo transparentes a pesar de nuestras luchas y aprendiendo a amarle por encima de todo, permitiendo que Su Palabra nos guíe en cada decisión.
Como dice 2 Timoteo 4:7-8: "He peleado la buena batalla, he terminado la carrera y he permanecido fiel. Ahora me espera el premio, la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me dará el día de su regreso; y el premio no es solo para mí, sino para todos los que esperan con anhelo su venida."
Y en la parábola de los talentos, la promesa es clara: "¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!" (Mateo 25:23.
Recuerda que cada viaje es único, pero en el centro de todos, debemos obedecer el mandato de compartir el amor y las buenas nuevas de Jesucristo, guiando a otros hacia la vida eterna.