En la primera parte de este viaje, exploramos la esencia de conocer a Dios y Sus atributos.
Ahora, profundizaremos en cómo cultivamos esa relación día a día.
Hablar con Dios es como charlar con tu mejor amigo o con el Padre que todos quisiéramos tener.
La gracia es un regalo inmerecido de Dios, dado por puro amor. Cuando crees en Jesús, Dios te da el Espíritu Santo para que viva en ti. Él te enseña, te corrige y guía tu caminar diario, recordándote las palabras de Jesús y mostrándote el camino (Juan 14:26).
¡Nunca estarás solo!
Para mantener la paz en tu corazón y mente, recuerda Filipenses 4:6-7: "No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo... Así experimentarán la paz de Dios". Y, en Proverbios 4:23 nos lleva a cuidar nuestro corazón, pues determina el rumbo de nuestra vida.
La Biblia es inspirada por Dios y útil para guiarnos (2 Timoteo 3:16). Leerla diariamente te dará respuestas, te ayudará a conocer y amar a Dios, y te permitirá crecer espiritualmente.
Miqueas 6:8: Dios quiere que seamos justos, bondadosos y que lo adoremos.
No se trata de ser perfectos, sino de confiar en su ayuda para mejorar cada día.
Por experiencia, te recomiendo asistir a la iglesia, pues esto es esencial para tu crecimiento. Congregarte en una iglesia de sana doctrina te permite formar el carácter de Jesús, ser equipado para servir y vivir para adorar a Dios, uniéndote en oración y discipulado (Hebreos 10:25), allí, serás edificado, recibirás instrucción y te someterás a la autoridad espiritual (Hebreos 13:21).
En comunidad, experimentamos la presencia de Dios (Mateo 18:20) y la unidad del cuerpo de Cristo (Hechos 4:24). Servir en la iglesia no solo te bendice, sino que te permite crecer y cumplir tu deber de servir a la comunidad (Salmo 84).
La alabanza y la adoración son expresiones de gratitud y gozo hacia Dios, quien transforma nuestra tristeza en alegría (Salmo 30:11-12). Alabamos a Dios con todo nuestro ser, con voz, instrumentos y danzas (Salmo 149:3-4; Salmo 150), cantando con entendimiento y un corazón agradecido (1 Corintios 14:15). Esto honra al Señor, y nos llena de su presencia, nos libera y nos da fuerza para el propósito que ÉL ha diseñado para nosotros (Hechos 5:42).
Creemos en un solo Dios, creador de todo, manifestado en tres personas; Padre, Hijo (Jesús) y Espíritu Santo. Su amor y santidad nos inspiran y sabemos que antes estábamos separados de ÉL a causa de nuestros pecados y que solo Jesús es el puente que restaura nuestra relación con Dios el Padre, pues Jesús vivió sin pecado, murió en la cruz y resucitó, dándonos también victoria sobre la muerte.
La enseñanza bíblica y la predicación enriquecen nuestra fe, profundizando nuestro entendimiento de la Palabra, además, la música en la adoración enriquece nuestra comunión con Dios y siempre hay oportunidades para crecer. El bautismo en agua y en el Espíritu Santo, la oración, la ayuda a los necesitados y el apoyo a la obra misionera, nos enriquece a nivel espiritual y social, no solo en la iglesia, sino en cada área de nuestra vida.
Cada detalle a nuestro alrededor es una pista para descubrir la grandeza de Dios, su propósito y su amor y cuando lo ves a través de sus ojos eternos, te das cuenta de su inmenso amor por ti y por mí. Dios es fuerte, fiel y justo (Salmo 9:7-10).
Finalmente, puedes acercarte con confianza al trono de la gracia de Dios, llamándolo "Abba Padre". Gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo, tu has sido reconciliado con Él.
Como dice Romanos 5:1-5: "Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros." Esta esperanza no nos desilusionará, pues sabemos cuánto nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor.
¡Amén!