El conocimiento genuino de la Palabra de Dios no es solo aprender o saber cosas; ¡es mucho más profundo que eso! Se trata de conocer a Dios de verdad, comprender quién es ÉL y cómo quiere que vivamos por nuestro bien. Este conocimiento no solo nos cambia la mente, también transforma el corazón y nos ayuda a vivir mejor cada día.
Como dice Efesios 3:18-19:
"Espero que puedan comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su amor. Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios."
No se trata solo de leer sobre Dios o saber algunas cosas de la Biblia, pues conocer a Dios de verdad significa tener una relación personal con ÉL, es como cuando tienes un buen amigo y lo conoces mejor que su propia familia.
La Biblia nos enseña que el mayor tesoro no está en el poder o las riquezas, sino en conocer al Señor. Lee: Jeremías 9:23-24 y Romanos 12:2.
Cuando de verdad conocemos a Dios, nuestras vidas comienzan a mejorar y ya no pensamos ni actuamos como antes. Es como si nuestra vida se despertara de un letargo.
Debo confesar, que yo me jactaba en mi propio conocimiento y además me costaba escuchar; porque mientras otros hablaban, yo esperaba la oportunidad para responder a mi favor.
Pero luego estudié la Palabra de Dios y descubrí que la sabiduría de Dios es diferente en muchos sentidos a mi propia sabiduría y solo puedo reclamar estos tesoros con humildad y bondad.
¡Pues el Señor concede sabiduría! "De su boca provienen el saber y el entendimiento"
(Proverbios 2:6.

El conocimiento de Dios no se trata de acumular información como si fuera una biblioteca, sino de recibir y compartir la sabiduría que solo ÉL puede darnos, porque no es solo saber, ¡es vivir en amor!
1 Corintios 8:2-3:
"El que afirma que lo sabe todo, en realidad, no es que sepa mucho; pero la persona que ama a Dios es a quien Dios reconoce."
Esto significa que, aunque aprendamos mucho, si no vivimos con amor, ese conocimiento no tiene sentido. El conocimiento verdadero siempre debe reflejar el amor de Dios.
¿Te ha pasado alguna vez que intentas entender algo y, por más que lo intentes, no lo consigues? A mí me ocurrió con la trigonometría... ¡Qué pesadilla! Ni con tutores lograba comprender esa materia y lo peor es que el tema ni siquiera me interesaba. Afortunadamente, logré entender lo justo para pasar el año, pero ¡cuánto tiempo, esfuerzo mental y estrés estudiantil me costó!, pero ahora, cuando algo realmente me apasiona, ¡es otra historia!, pues aprender se vuelve un placer y mejorar se siente genial, sin importar cuánto tiempo y esfuerzo me tome.
Con la Palabra de Dios pasa lo mismo; necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para comprenderla realmente.
1 Corintios 2:10-12:
"Pero fue a nosotros a quienes Dios reveló esas cosas por medio de su Espíritu Santo. Pues su Espíritu investiga todo a fondo y nos muestra los secretos profundos de Dios... Nadie puede conocer los pensamientos de Dios excepto el propio Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido el Espíritu de Dios (no el espíritu del mundo), de manera que podemos conocer las cosas maravillosas que Dios nos ha regalado."
¡Es maravilloso tener al Espíritu Santo como nuestro maestro personal, guiándonos a comprender los misterios más profundos de Dios!